MI OPINION.
Adrián Garza Pérez
agpconsultor@gmail.com
Antipolítica,…antivalores.
El sábado pasado publique un editorial llamado “La política”. En ocho renglones, definí muy a mi estilo, y muy caseramente, lo que a mi descalificado juicio, entraña esta tarea de hacer política. Esta definición está basada en la práctica de valores esenciales como la honestidad, el servicio a los demás, la congruencia, la humildad, la lealtad, entre otros.
Dejé una pregunta al publicar el articulo ¿conoce usted a alguien que practique la política de esta forma (de la que yo describía, como ideal)?, y aunque tuve muchos retuits, replicas, “likes” y fue compartido el articulo varias veces, nadie me contestó la pregunta. La explicación es fácil: O no nos interesa ya nada que tenga que ver con el desgastado termino de política, que la gente que me lee no conoce a nadie que platiqué esa idea de política, o simplemente, andamos distraídos, andamos preocupados, y andamos rápido por la vida; atendiendo lo urgente, aunque soslayemos lo importante.
Dije en mi comentarito previo al publicar que no debemos tener miedo a la política, siempre que exijamos se practique bien; con honestidad, con autentico afán de servicio y sin vanidades ni soberbias estúpidas. Que a mi juicio, la política es un quehacer digno y útil. Que somos los hombres, y nuestro bregar errático y convenenciero por las sendas políticas, lo que cambia las cosas. Que la política en sí misma, es un camino cierto para la conducción del destino común.
Para comparar y fortalecer el tema, es ahora que transitaré con ustedes por el contrasentido: La antipolítica y de ella, los antivalores. Entendamos para empezar que la antipolítica es, en simple y semántica lectura, el sentido contrario a política. Si la política encara el extremo norte, la Antipolítica, en contrasentido, surca hacía lo austral.
La política urge valores arraigados en su práctica diaria y constante; dejarlos, suavizarlos o anularlos, olvidarlos o perderlos, es tanto como ejercer una antipolítica. No puedo filosofar porque de filosofo no tengo nada, pero si puedo llamar a las cosas por su nombre y dejar claro que la política es algo bueno, y que los hombres y las mujeres que la practicasen, tienen un alto compromiso con la sociedad, con el gobierno y con la política misma; con sus conciencias.
Quién sienta en lo más profundo de su ser, que nació para ejercer la política, no puede decirse político (eso son palabras mayores; es el título ganado con el tiempo, con los afanes leales y con las evidencias ciudadanas en el bien actuar frente al quehacer público, ganado con el buen balance entre los impactos positivos y negativos, pero sobre todo con la certeza de haber actuado siempre leal y honestamente ante el pueblo, y nunca haberse beneficiado de los dineros públicos ni de los negocios colaterales al gobierno; jurándolo de frente a Dios y ante la sociedad), pero si, puede y debe, conducirse con decencia y con probidad, en todo momento, en todo cargo, en todo encargo público, y hasta en lo privado.
“La antipolítica es el relato racionalizador dominante que hacemos sobre la incapacidad de la política de motorizar cambios en la sociedad (la impotencia de sus instituciones: Estado, sindicato, partido, etc.). El desafío fundamental de una reforma política profunda es fortalecer a las instituciones de la política .La única forma de encarar este fortalecimiento es arrancándole ese poder al mercado. A la par de la impostergable redistribución del ingreso es necesario redistribuir la capacidad de hacer política”.
¿Por qué se han desprestigiado los políticos, los partidos, muchas instituciones, incluso algunas consideradas “sagradas”, como la iglesia, los militares, los defensores de derechos humanos? Explicar el hartazgo social y el rechazo al solo tema de política, es un signo de los tiempos, y es también un signo peligroso.
Los antivalores son la deshonestidad, la complacencia, la corrupción, las complicidades, el beneficiarse del pueblo, el uso indebido de los recursos públicos, los negocios propiciados al amparo del poder. La soberbia del político, la injusticia y los favores judiciales; las leyes a modo, mentir al pueblo y usarlo en su beneficio. Antivalor es alejarse del pueblo y acercarse a los poderes facticos, para coptarlos, para comprarlos, para espiarlos y comprometerlos; para asociarse ilegalmente en pos de intereses extralegales; conduciéndose al amparo de la ley, sin ética ni moral.
Al mundo, para nuestro amado México, más política pero con valores.






