Convencido de que si no voy a escribir bien de alguien mejor no escribo, caí en la cuenta, azorado, que tenía 6 años de no escribir sobre un Presidente del Instituto Electoral del Distrito Federal. Eso cambió antier que el INE le nombró a su Consejero Presidente y a seis nuevos Consejeros y que al parecer lo hizo no solo con tino, sino con sentido de república. Por fin habrá sangre nueva en el IEDF, que con ella empieza a regresar a sus quicios.

El IEDF es una pieza fundamental de la paz pública de la Ciudad pero no solo por ser el responsable de las elecciones capitalinas, que siempre salen bien a pesar de los pesares, sino que es de esas pocas instituciones que velan por la formación de ciudadanía a través de la educación cívica cotidiana. Es también organizador y garante de los ejercicios de democracia directa que mandata su ley desde hace lustros.

Es, en concreto, una entidad pública cuyo funcionamiento adecuado es indispensable en la enorme red de articulaciones institucionales en la capital federal y por ello, aunque suene a exceso, fundamental para la democracia mexicana entera. Decía un viejo sabio de lo electoral que cualquier asunto de los comicios chilangos podía (y puede) convertirse en tema nacional en cuestión de segundos.

En 25 años de observar y participar en política he visto grandes fuerzas de la naturaleza política y enormes oradores o plumas prodigiosas, junto con operadores políticos astutos y sensibles que no solo entendían el entorno a pesar del vértigo de estar en su centro, sino que además, al anticiparlo, lo modifican, siempre en salvaguarda del mandato de la ley, del sentido común y hasta de los presupuestos públicos y su adecuado, oportuno y eficaz ejercicio.

Del mismo modo, mexicanos excepcionales, prudentes y templados, que no le temen a la transparencia y a la rendición que cuentas sino que las promueven; que por igual argumentan con maestría las sutilezas del garantismo, que desentrañan la condición humana frente al poder, ejerciendo siempre tolerancia, paciencia e inclusión. Profesionales del servicio público, conocedores de la historia y diseñadores del futuro, negociadores natos de buenos reflejos, abiertos

a la crítica y expertos de la autocrítica y conscientes de que la gobernabilidad de un país, institución o Ciudad pasa por el eje central de escuchar a todos y de buscar juntos el más alto denominador común, si está dentro de la ley.

De esos funcionarios sensatos con oficio político y convicción democrática, sin poses o aparatos que piensan que servir es un honorable privilegio y no la llave del tesoro; de esos que saben que el privilegio del servicio es el servicio mismo.

El nuevo Consejero Presidente del IEDF es de esos. Bien por el INE, por el IEDF, que ya lo merecía, por la Ciudad y por él. Que le vaya bien, Presidente; si le va bien a Usted, le irá bien a la Institución.

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