La Tuta y los narcos preferidos de Ciro Gómez y López Dóriga Alexia Barrios G. El 20 de febrero de 2003, el diario El País, publicó una nota que en México los diarios la colocaron en un lugar secundario y en su mayoría ignoraron: “El pasado día 7 (febrero de 2003), un balazo atravesó la ventanilla ahumada del Mercedes de Guillermo González Calderoni y la cabeza de quien fuera uno de los jefes policiales más poderosos, inteligentes y sinvergüenzas del sexenio del presidente Carlos Salinas de Gortari (1988-1994). México y Estados Unidos investigan la muerte y andanzas de un ex funcionario que amasó millones protegiendo o combatiendo el narcotráfico, fue tenorio a golpe de talón y dispuso de información letal. El epitafio es obligado en difuntos de su condición: ‘Sabía demasiado’. Varios de sus subordinados también crían malvas.” Para los que desconocen sobre esta historia, cito el reportaje de El País por ser uno de los más precisos. «’Tenía mucho que decir sobre el narcotráfico’, señaló el analista en asuntos de seguridad Jorge Carrasco. La DEA lo exprimió a fondo. Guillermo González se incorporó en el año 1983 a la Procuraduría General de la República (PGR, Fiscalía General), en la que siete años después fue director de Intercepción Aérea, Terrestre y Marítima: el zorro en el gallinero. Adquirió notoriedad y épica al detener uno de los más peligrosos narcotraficantes del país, Miguel Ángel Félix Gallardo, a varios comandantes y al ex director de la Interpol, Jorge Miguel Aldana Ibarra. Perseguía a unos carteles y amparaba a otros”. Pero fue detenido, extraditado y luego deportado a México donde fue ejecutado. Entre el lapso de su libertad y su muerte, González Calderoni fue un declarante obligado por la prensa de oposición y por los medios estadounidenses que buscaban doblegar a la clase política mexicana del salinismo acusándola de socia del narcotráfico. Era un testigo ideal, alguien que conocía bien las cañerías del sistema policial mexicano y además, habría que creerle, parecía ser la instrucción “desde arriba”. En el año 2001, Guillermo González Calderoni declaró a cuanto medio se lo pidiera.  Era el favorito para las vendettas políticas de los hombres en el poder, de aquél momento. Así fue que incriminó a Raúl Salinas de Gortari, acusándolo de sociedad con Juan García Ábrego –el ex jefe máximo del otrora poderoso Cártel del Golfo—;  de haber orquestado el asesinato de dos dirigentes del ex Frente Democrático Nacional muy allegados a Cuauhtémoc Cárdenas  y de servir de enlace con el Cártel de Calí de los hermanos Rodríguez Orihuela. Los medios opositores mexicanos y estadounidenses eran felices con sus declaraciones que no aportaban ninguna prueba y caían continuamente en contradicciones.  Eran felices los funcionarios federales de aquél entonces, pero cuando comenzaron a ser señalados, simplemente calificaron de “loco” a González Calderoni hasta que después fue asesinado. La anterior viene a cuento porque la semana pasada, Joaquín López Dóriga y Ciro Gómez Leyva, inusitadamente salieron en defensa de los hermanos Calderón Hinojosa ante los señalamientos de Servando Gómez (a) “La Tuta”, quien en un video harto referido, da pruebas e indicios de cómo buscaron negociar con “La Familia” y “Caballeros Templarios”, además de referir datos sobre la importancia del puerto de Lázaro Cárdenas como ruta de ingreso de las drogas sintéticas. López Dóriga comentó en su noticiero radiofónico que “no era posible dar crédito a la palabra de un delincuente con el de una senadora” y que por eso no comentaría nada sobre los señalamientos de la “Tuta”, pero el señor olvida que entre marzo y julio de 2007, en el horario estelar de canal 2, Zhen Le YeGon se dio vuelo durante varios días para presentar al chino-mexicano como estrella del noticieropara acusar a Javier Lozano Alarcón del famoso “coopelas o cuello”. El uso de las declaraciones de YeGon, según una fuente confiable de la televisora, fueron una venganza de Televisa contra el ahora desmemoriado senador del PAN Javier Lozano por haber participado activamente en la campaña contra la “Ley Televisa”, además de que fue vetado para ser titular de la SCT durante el calderonismo. Y qué decir de la campaña de Televisa y Joaquín López Dóriga contra el reportero de Proceso, Ricardo Ravaelo, utilizando las declaraciones del testigo protegido conocido como “El Grande”, sicario de los Beltrán Leyva. Con Ciro Gómez Leyva pasa algo peor, porque si alguien ha difundido testimonios de narcotraficantes y “testigos protegios” a modo del PAN ha sido precisamente él, en sus programas de TV y de Radio, y recientemente en sus columnas en Milenio. En noviembre de 2011, un video filtrado a Ciro Gómez Leyva fue transmitido en Milenio Tv, en el cual un presunto integrante de “La Familia”, Horacio Morales (a) “El Perro” llamaba a votar por el PRI y Silvano Aureoles en el municipio calentano de Tuzantla, Michoacán, a pesar de que el acento y forma de conducirse distaba mucho de ser de la Tierra Caliente. Pero Ciro y sus corifeos en Milenio le dieron durante varios días toda la credibilidad al anónimo y al contenido de la denuncia, al grado que “voluntariamente a fuerzas”, y quizá con la presión presidencial encima, pidió disculpas a Luisa María Calderón por dudar de su palabra, como quedó registrado en medios. Durante el pasado sexenio fueron pervertidos los testigos protegidos, al grado que fueron pagadas sumas millonarias para que declararan a modo de la PGR de Marisela Morales. Esta columna ha documentado la forma en que la ex procuradora construía “testigos protegidos” con fines políticos, lo cual posteriormente salió a flote que era parte de un círculo de “negocio” muy bien trabajado y que esperaban les rindiera frutos político-electorales. Nada nuevo bajo el sol de la triste y vergonzante forma de administrar  y procurar la justicia en México, donde la impunidad corre no sólo entre los funcionarios públicos sino entre periodistas de doble moral, desmemoriados y manipuladores como los antes mencionados.  
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