Arnoldo Huerta Rincón“Para que nada nos separe, que nada nos una” Pablo NerudaEse lunes 2 de diciembre, Elena Samsa despertó a las 6 :15am, con la intención de hacer lo que hizo todos sus lunes laborales del aún no terminado año: levantarse, ponerse ropa deportiva, hacer algo de ejercicio, desayunar (al mismo tiempo ojear el periódico), tomarse una ducha, arreglarse (lo cual como toda dama, le llevaba su respectivo tiempo “indefinido”) y dirigirse al trabajo. Pero este lunes era diferente para ella, pues la despertó el recuerdo de una frase del poeta chileno Pablo Neruda “para que nada nos separe, que nada nos una”.Recordar a Neruda, no sólo la puso sensible, sino querecordó su visita hace años a la Casa del difunto poeta en Isla Negra, Chile; donde le comentaron que Neruda decía que para marearse no necesitaba navegar en altamar, por lo que se subía a un pequeño bote que tenía en su patio y se embriagaba hasta perder conciencia.Pero ese paréntesis le duró poco, volvía a su mente esa frase “para que nada nos separe, que nada nos una”, cualquier persona pensaría que estaba ligado al amor, más no, ella la ligó con algo diferente, ella sentía que estaba unida a su país, a su estado, a su ciudad, a su gente, como servidora pública lo sentía en las venas, corría por su sangre, ¿cómo me puedo separar de mi función si estoy unida a ella?La política en general le apasionaba, al grado de ser crítica en su entorno amistoso, trataba de corregir a sus allegados cuando le decían que era política, siempre contestó que el ser servidora pública no la hacía política, que el ser humana era la razón por la cual era política al igual que todos, pues la política la hacía cualquier persona en el ámbito privado y público.Siguió dando vueltas su cabeza, recordó sus clases de teoría política en la Facultad de Derecho, la división de poderes, el federalismo mexicano, la historia constitucional mexicana, pero algo no le cuadraba, algo la mantenía inquieta, algo la decepcionaba de cierta manera. Su hambre revolucionaria se había dormido y se daba cuenta, su espíritu ferviente latía más rápido.Sabía que los tiempos actuales eran idóneos para una mujer preparada como ella, que las reformas constitucionales y legales le abrían camino para realizar cualquier objetivo que deseara, pero no le gustaba tampoco, sentía que esos cambios jurídicos hacían sentir al sexo femenino como un sexo débil, como un golpe a la igualdad en sí, como ratificar que la mujer es inferior al hombre.A pesar de estar consciente que la situación actual de su país, no era la más óptima, que la partidocracia tenía lastimada a su nación, Elena era positiva, veía hacia delante y creía que había más gente buena que mala, que las cosas iban cambiando en su ciudad, que poco a poco se daría la renovación social positiva, que por más o menos insignificante que fuera su labor pública, su grano de arena serviría para mejorar de alguna manera.De repente, terminó la melancolía mental en la Mtra.Samsa, hizo su rutina matutina, salió de su casa, subió a su camioneta blindada (le abrió la puerta uno de sus escoltas), y se dirigió motivada a realizar lo que más le gusta, hacer lo justo. Al final del día… nada cambió.RECOMENDACIÓN SEMANAL: “…Que no cuanto más fuerte se hace el trazo más se dibuja, que buscar un equilibrio no implica ser tibio, que negar palabras implica abrir distancias, que querer saber de alguien no es solo curiosidad, que querer saber todo de todos es curiosidad malsana…” del poema ¿Cómo hacerte saber que siempre hay tiempo? del uruguayo Mario Benedetti.







