Marcos Durán FloresDogma de FePerdón y olvido En la Biblia ese extraordinario libro de la cristiandad, la primera de las venganzas fue cometida por Caín sobre Abel, celoso el primero de que su hermano recibiera la preferencia de Dios. El Corán por su parte, ha sido tan mal malinterpretado que ejércitos de radicales yihadistas ejercen venganza cobrando afrentas cometidas en contra del mundo islámico. Pero fue en la Antigua Babilonia con el Código de Hammurabi, en que se instituyó a la venganza comoinstitución con la Ley del Talión y su aplicación del «Ojo por ojo y diente por diente».En otra clase de literatura menos mitológica, la venganza también se ha hecho presente. El primer poema de Homero en La Ilíada, inicia con Apolo enviando la peste a los Aqueos en venganza por robar a Criseida, hija de un poderoso sacerdote. Más tarde, Aquiles mata a Héctorvengándose por la muerte de Patroclo. En Hamlet,Shakespeare hace una Oda a la venganza y Herman Melville describe al capitán Ahab a bordo del Pequod sediento de venganza en contra de Moby Dick. Pero el clásico ejemplo de venganza lo encontramos en el Conde de Montecristo, obra cumbre de Alejandro Dumas.La venganza es tan antigua como la presencia del hombre en la tierra. Se trata de un poderoso instinto que surge desde el centro mismo de nuestras emociones y que ha marcado nuestra historia evolutiva. La venganza ha estado en nuestra cultura y nos ha impregnado de tal forma, que comúnmentecreemos es el único camino para revertir la frustración intelectual, irritación social y el sentimiento de que nos han quitado algo, lastimado o traicionado. Por cierto un término mal utilizado es decir «me traicionó un amigo», pues solo los amigos traicionan, no los enemigos.Pero la ciencia que tiene una respuesta a casi todo, descubrió los efectos que la venganza produce en nuestro cerebro. En la edición del mes de Octubre de la revista «‘Frontiers in Psychology», se reveló que mediante resonancia magnéticaaplicada a un grupo de 19 hombres de origen judío, las zonas ligadas al placer se estimularon cuando presenciaron el dolor de aquellos que detestan y en sentido contrario, se estremeció cuando captaron el sufrimiento de los que estiman. Al mostrarles videos de personajes disfrazados como antisemitas supuestamente bajo tortura, se despertó el lado oscuro del cerebro generando un aumento de las respuestas en las regiones asociadas con la observación del dolor físico en la corteza insular, corteza cingulada anterior y la corteza somatosensorial.   Pero lo que no menciona la investigación es que la venganza solo logra una cosa…Perpetuar la venganza. Al respecto, unestudio realizado por científicos del comportamiento y publicado en “Scientific American”, afirma que no hay nada de dulce en la venganza y que tampoco es un plato que se come frío. Todo lo contrario, ya que se observó que la venganza solo prolonga lo desagradable del daño original y que las represalias no satisface el espíritu vengativo. Sereveló que los únicos que se sintieron realmente satisfechos, fueron las personas que no tomaron venganza en absoluto, pues el instinto de perdón permitió reprimir el deseo de venganza, ya que aun y que habían dañado sus intereses, el supuesto dicho de que la persona que los dañó se iba a abstener de hacerlo de nuevo, proporcionó tranquilidad y los deseos de venganza desaparecieron. Hasta aquí lo que nos dice la ciencia.A pesar de esto, debemos enfrentar al hecho de que una gran parte de los humanos no somos tan benevolentes para perdonar y dejar de lado la venganza, aunque la verdad científica nos ha dejado claro que solo eterniza los odios. Es por eso que valdría la pena explorar caminos nuevos como la «Amnistía», palabra que proviene del griego amnestia, olvido. Fue así que intentando olvidar, recordé el mandamiento 22 del poema «Fragmentos de un evangelio apócrifo», del gran Jorge Luis Borges y que dice: «Yo no hablo de venganzas ni perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón». Al terminar de leer a Borges, comprendí entonces que la lucha no consiste en obtener venganza; ahora nuestras batallas deberían ser en contra de una peligrosa enemiga, esta aun más poderosa, terca ydañina. Me refiero a esa gran traidora: la memoria.