Marcos Durán Flores
Dogma de FeLos perdedores Si revisáramos con severidad la historia y cada aspecto de nuestra vida cotidiana, nos daríamos cuenta de que existe una verdad irrefutable: Somos unos perdedores. En México, nuestra historia nacional está repleta de derrotas y derrotados que dejaron una huella imborrable: Moctezuma, Cuitláhuac y Cuauhtémoc, últimos emperadores Mexicas fueron arrasados por Hernán Cortés que con un ejército de 400 hombres entró a la magnífica ciudad de Tenochtitlan, en donde vivían medio millón de habitantes. La revolución independentista de Hidalgo, Allende, Morelos y Aldama fue una derrota militar apabullante y ni uno solo de ellos vivió para cumplir su sueño. Años más tarde, el romanticismo encontrado en la historia de los niños héroes resultaría en vano, pues México perdió la guerra de intervención con Estados Unidos y de paso buena parte del territorio.Lo mismo sucedió con la invasión francesa, porque después de que «las armas nacionales se cubrieron de gloria» en la Batalla de Puebla, la victoria resultó efímera pues meses después, el país caía derrotado por el ejército francés que impuso a Maximiliano como Emperador. Sucedió lo mismo en la revolución de 1910 con Madero derrotado y muerto en su intento por gobernar una nación hasta entonces ingobernable. Otros héroes sufrieron la misma suerte: Villa fue vencido por Obregón, Zapata por Carranza y el propio Varón de Cuatrociénegas derrotado hasta la muerte, en su empeño de dar cause constitucional a la República.
Pero hay otros aspectos de la vida en que los ejemplos son también abundantes: Cuando un científico, un activista por la paz o un escritor ganan un Premio Nobel, muchos más se quedan en el camino; en una contienda electoral son varios los candidatos que pierden; en un sorteo son miles los que pierden e igual sucede en cualquier competencia deportiva. Incluso hasta en la banalidad de los concursos de belleza encontramos la derrota de muchas y la victoria de solo una.
Aceptémoslo entonces: somos más, muchos más los perdedores que los ganadores y los primeros (o últimos) somos millones. Por supuesto, no se trata de ubicarnos siempre como perdedores, pero lo cierto es que existen en nuestra mentalidad dogmas muy extraños: A nadie le gusta perder pero nos asusta ganar porque es algo fuera de lo común y además con frecuencia nos enfrentamos a una falsa dicotomía: Para ganar, alguien tiene que perder y eso no nos gusta. Y ese es parte del drama de los perdedores, esos, las mayorías, gente común que como usted y como yo preparados para fallar, fallamos, listos para caer, caemos, y en el afán de saltar, saltamos pero al vacío absoluto, solo para darnos cuenta que la derrota forma parte fundamental de nuestras vidas. A esos hace referencia el escritor Vicente Leñero en su obra «Los Perdedores» quien afirma que esto alcanza tintes heróicos e incluso literarios y dice que aunque «Las cámaras siempre se van con los que ganan, los verdaderos protagonistas son los perdedores».
Por el contrario, la victoria suele emborrachar y llenar de soberbia y arrogancia a tal grado, que incluso algunos, los menos preparados pierden no solo el piso, sino a sí mismos olvidando sus orígenes. A esos que alejados de la humildad con que obtuvieron sus victorias y desafiando la Ley de Gravedad se despegan del suelo, el político mexicano Don Jesús Reyes Heroles los definía de una forma: «Cayó en las alturas «.
Pero no todas las derrotas son iguales. Hoy mismo las de carácter deportivo han causado un gran desánimo nacional y nos hacen olvidar por momentos que las victorias que deberíamos alcanzar son en contra de la pobreza, ignorancia, desigualdad, violencia y racismo. Y es que ¿Quién puede poner en duda que nos van ganando la partida?.
Prepararémonos todos para caer, porque eventualmente todos lo haremos, pero no nos preocupemos por caer cuando aún no nos hemos levantado. Aprender a ir de fracaso en fracaso sin desesperarse para alcanzar el éxito, era la receta que recomendaba Churchill y tenía razón, porque han sido aquellos que aprendieron que en la vida muchas veces es más importante perder que ganar y que no es de los éxitos sino de los fracasos donde se pierde el miedo más grande: el miedo a fracasar.@marcosduranf
Pero hay otros aspectos de la vida en que los ejemplos son también abundantes: Cuando un científico, un activista por la paz o un escritor ganan un Premio Nobel, muchos más se quedan en el camino; en una contienda electoral son varios los candidatos que pierden; en un sorteo son miles los que pierden e igual sucede en cualquier competencia deportiva. Incluso hasta en la banalidad de los concursos de belleza encontramos la derrota de muchas y la victoria de solo una.
Aceptémoslo entonces: somos más, muchos más los perdedores que los ganadores y los primeros (o últimos) somos millones. Por supuesto, no se trata de ubicarnos siempre como perdedores, pero lo cierto es que existen en nuestra mentalidad dogmas muy extraños: A nadie le gusta perder pero nos asusta ganar porque es algo fuera de lo común y además con frecuencia nos enfrentamos a una falsa dicotomía: Para ganar, alguien tiene que perder y eso no nos gusta. Y ese es parte del drama de los perdedores, esos, las mayorías, gente común que como usted y como yo preparados para fallar, fallamos, listos para caer, caemos, y en el afán de saltar, saltamos pero al vacío absoluto, solo para darnos cuenta que la derrota forma parte fundamental de nuestras vidas. A esos hace referencia el escritor Vicente Leñero en su obra «Los Perdedores» quien afirma que esto alcanza tintes heróicos e incluso literarios y dice que aunque «Las cámaras siempre se van con los que ganan, los verdaderos protagonistas son los perdedores».
Por el contrario, la victoria suele emborrachar y llenar de soberbia y arrogancia a tal grado, que incluso algunos, los menos preparados pierden no solo el piso, sino a sí mismos olvidando sus orígenes. A esos que alejados de la humildad con que obtuvieron sus victorias y desafiando la Ley de Gravedad se despegan del suelo, el político mexicano Don Jesús Reyes Heroles los definía de una forma: «Cayó en las alturas «.
Pero no todas las derrotas son iguales. Hoy mismo las de carácter deportivo han causado un gran desánimo nacional y nos hacen olvidar por momentos que las victorias que deberíamos alcanzar son en contra de la pobreza, ignorancia, desigualdad, violencia y racismo. Y es que ¿Quién puede poner en duda que nos van ganando la partida?.
Prepararémonos todos para caer, porque eventualmente todos lo haremos, pero no nos preocupemos por caer cuando aún no nos hemos levantado. Aprender a ir de fracaso en fracaso sin desesperarse para alcanzar el éxito, era la receta que recomendaba Churchill y tenía razón, porque han sido aquellos que aprendieron que en la vida muchas veces es más importante perder que ganar y que no es de los éxitos sino de los fracasos donde se pierde el miedo más grande: el miedo a fracasar.@marcosduranf







