Los libros de texto en la educación. «Hay grandes libros en el mundo, y grandes mundos en los libros». Normalmente escuchamos frases similares cuando la referencia se orienta a los libros, esos apolillados instrumentos de cultura que en más de una ocasión se apilan en el rincón olvidado de algún librero. Hay quien nace rodeado de ellos. Otros los conocen en el camino de su educación. Pero hasta antes del 1 de septiembre de 1960 pocos eran los que podían tener acceso a ellos en su educación. En ese año y por primera vez en la historia, cerca de 5.8 millones de niños mexicanos recibieron en manos del secretario de educación Jaime Torres Bodet, 17 millones 632 mil 22 libros de texto gratuito que habrían de usar en su proceso educativo. Como parte de una gran campaña de alfabetización, se editaron en diversas lenguas abarcando diferentes asignaturas. Indudablemente este acto representó no solamente un gran impacto mediático en la sociedad, sino una amplia aportación al sistema educativo y sus beneficiarios directos. Fue un gran impulso a la equidad y desde entonces ha contribuido relevantemente a la eficacia del trabajo docente en el aula. Actualmente se puede considerar uno de los principales estandartes de la política educativa. A poco más de medio siglo de su nacimiento la CONALITEG (Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos) ha entregado 5 mil 100 millones de LTG a lo largo y ancho del país. Los resultados favorables arrojan que la cobertura en la educación básica a alcanzado un 77.6 % en preescolar, 97 % en primaria y 95.2 % en secundaria. Tales cifras parecen entender el compromiso que el Estado ha tenido en este aspecto con la educación y para el cual no parece haber plazo de expiración. Los cambios que ha experimentado la educación básica a través de sus reformas han implicado conjuntamente a los LTG. Así, hoy en México, al concluir su formación el estudiante debió haber recibido 70 libros de texto gratuitos para su propiedad. Sería interesante saber cuántos fueron leídos y cuántos únicamente empleados de forma aislada. Y aún más, cuántos son realmente efectivos para el proceso de formación. En efecto, hoy la preocupación no pasa prioritariamente por la cobertura, sino por la calidad. Escuchar al actual secretario de educación decir que los libros de texto tienen 117 faltas de ortografía es preocupante. Pero se vuelve más alarmante el escucharle decir que nada se puede hacer ya que la responsabilidad es de la anterior administración.La tarea es para el profesor, no sólo de encontrar estrategias para que los niños aprendan a partir de la identificación de esos errores, sino de adecuar el desfasado contenido de algunos de ellos con el currículo de la Reforma 2011. Es evidente que hoy los LTG tienen un gran reto. Elevar su calidad es únicamente el principio. Valorar la organización de su contenido en comparación con los Programas de Estudio 2011 y establecer su reestructuración es imprescindible. Es urgente la producción de libros en sistema braille. Así como mejorar la cobertura para las diversas modalidades educativas del sistema y las diferentes características contextuales de algunos grupos heterogéneos de la sociedad mexicana. Son muchos los méritos adjudicables al LTG. Pero transitar al grado de calidad que se espera de ellos, implica grandes retos, y más que ello, la decisión de voluntades. Veremos y diremos. Edgar Eduardo García Hernández@EdgarGarciaHz







