EL PRESO ABURRIDO En esta ocasión te platico que una mañana del año  de 1871, el Alcalde de esta bella ciudad, Sr. Jesús Valdés Mejía, recibió una carta de un huésped de la cárcel municipal, dicha misiva contenía una petición sumamente peculiar. La verdad no quiero ni imaginar el rostro del edil saltillense al leerla, como pudo haber reaccionado con un gesto de enojo, bien pudo haber sido uno que expresara risa. El remitente, cuyo nombre era Guillermo García, estuvo en prisión por motivos sin precisar, pero al verse encerrado entre las frías paredes de la prisión, solicitó papel y tinta para dirigirle unas cuantas palabras al Alcalde de Saltillo. En la carta saluda de manera muy formal al destinatario, y en ella le solicita un custodio para salir a comprar ropa, en la misma pidió que de ser aprobada su petición y apelando a que era un hombre solo y que se encontraba triste por su encierro, le diera la oportunidad de dar una vueltecita por el centro de la cuidad, señalando que de eso dependía su felicidad. En esta misma carta, el Sr. García señalaba que su petición no era tan descarada, ya que siempre y en todo momento iría acompañado por un custodio para que vigilara sus pasos y así garantizar que sus intenciones nunca serían las de escapar. 

El pequeño Saltillo de aquella época seguramente se enteró de dicha solicitud, y sin duda alguna el señor García fue la charla de los saltillenses.
Guillermo García y su petición tan peculiar, nos hacen recordar las anécdotas únicas de nuestro Saltillo.

 Un prisionero, triste y aburrido, argumentando soledad y desamparo, solicitó permiso para salir de compras y de paso probar aunque sea por un instante los aires de la libertad. Esta historia es única y sí, sólo aquí en Saltillo podemos contarla.