Desde los tiempos remotos, la difusión de información sensible sobre temas de interés público ha sido un instrumento, tanto de los hombres del poder como de grupos y personas, para detener, aclarar, controlar, desviar la atención o tender cortinas de humo sobre asuntos específicos. A veces hay objetivos claros, otros no tanto. A veces para acabar con las especulaciones, otras para ahondarlas más.
Las especulaciones, las tesis, las filtraciones de datos finos y los avances en las investigaciones sobre hechos históricos, coyunturales o de asuntos morbosos, han sido uno de los deportes más practicados por los mexicanos, desde tiempos remotos para construir las leyendas negras más fantásticas que compiten con las mejores del mundo.
La especulación es un calificativo más económico que sociopolítico, pero funciona igual. Se trata de explotar al máximo la acumulación informativa y lanzarla al mercado, ofreciendo pequeños avances y esperar a que llegue el precio más alto, para saborear el éxito.
Que si Pedro Infante no murió en un accidente sino que lo mandaron a asesinar porque andaba con la esposa de un político importante. Que si a Carlos A. Madrazo le accidentaron su avión a propósito porque quería hacer democrático al PRI. Que si Echeverría era agente de la CIA. Que si a Colosio como a Obregón lo mandaron a asesinar por estorbar a intereses políticos. Que si tal político o actor salió perjudicado por ser amante de alguien impresentable. Que si detrás del chupacabras estaba el sistema.
A lo largo de nuestra historia contemporánea hemos visto confundirse la realidad con la ficción de los especuladores, al grado de que hasta algunos temas son motivo de tesis doctorales para tratar de esclarecer todo lo que se distorsionó un hecho o una anécdota de interés público. Para aclarar los hechos se han creado hasta comisiones de la verdad, pero nunca son suficientes para acabar con lo que los especuladores sembraron.
Eso mismo que ha pasado con los asesinatos de Obregón, de Colosio, de Ruiz Massieu, del cardenal Posadas Ocampo, con el 68 y el 71, está pasando con el primer acto terrorista registrado en nuestro país. La primera señal de alerta más grave en el contexto de la guerra contra el narcotráfico.
Tesis van y tesis vienen en los medios sin ninguna responsabilidad personal y profesional. Filtraciones y comunicados. Deslindes y aclaraciones. Confusión provocada por quienes abiertamente quieren sacar algún provecho político.
Por ejemplo, la situación que se vivió en Morelia con el atentado del 15 de septiembre de 2008 merecía una respuesta más madura de los actores políticos, de los medios de comunicación y de los responsables de formar corrientes de opinión.
Si el gobierno federal y el de Michoacán, entonces de Leonel Godoy, no tuvieron una estrategia para el manejo de crisis, los opositores tampoco se quedaron atrás.
Lo mismo ocurre hoy en día, con la presencia de los grupos anarquistas, con los comunicados del EPR, con los movimientos maximalistas en ciernes, con las ejecuciones de los hijos de David Páramo, con todo este desbarajuste nacional arrojado por la guerra del narcotráfico. Realmente hay demasiada basura infundada en el ambiente, propio para alimentar historias tan sesgadas y paradójicamente desafortunadas como “Fortuna, la serie”, aunque les duela, es la triste realidad de los fomentadores de la especulación mediática.
Bueno, hasta supuestos grupos armados han caído en la misma trampa de los especuladores, sin darse cuenta de que existen especuladores que dicen lo mismo sobre ellos y sus actuaciones.
Sin embargo, hemos visto desfilar todo tipo de especulaciones sin aportar una sola prueba confiable. Sólo son tesis cafeteras; sólo son ideologías; son posiciones para quedar bien con el líder, con los políticamente correctos; en síntesis, sólo son escritos y declaraciones irresponsables que no permiten a la población tener claridad sobre el estado actual de nuestra realidad.
A tal grado están los especuladores que quedan reducidos al mismo nivel que los presuntos comunicados de los principales cárteles de la droga han hecho circular en internet, que tienen el mismo efecto que una narcomanta sin saber si son auténticas o meros distractores.
Mientras tanto, la patria sigue esperando a que haya hombres y mujeres a la altura de las circunstancias por las que vive el país. Esperemos que aparezcan y no sea demasiado tarde, porque a nadie conviene que haya una ruptura social mayor en el país, y menos provocada por el poder fáctico del narcotráfico, ese mal que tiene tentáculos sociales por todos lados.
Alexia Barrios G.
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