Hoy nos enfrentamos a una corrosiva y vertiginosa epidemia social y, particularmente infantil, conocida como bullying en las escuelas. Ante esto, se suscitan gran número de campañas con la finalidad de prevenir y atender ésta, que se está convirtiendo en una preocupación cada vez mayor entre los actores sociales.
Es muy común escuchar y condenar a las escuelas, los directores, principalmente los profesores cuando, ocasionalmente ocurren casos trágicos relacionados con éste problema. Hace poco, la primera de las acciones emprendidas ante un fatídico caso de bullying, fue levantar una averiguación para detectar las omisiones por parte del maestro, o directivos. Ante esto, cabe preguntarse ¿es el bullying realmente un “problema” escolar?
Hay que entender en primara instancia la diferencia entre cualquier acción violenta que ocurre en la interacción escolar y un caso de bullying, entendido como una conducta agresiva persistente, un hostigamiento cuya víctima se siente acosada y amedrentada.
Es cierto que el incremento alarmante en casos de persecución y de agresiones que se están detectando en las escuelas, es relativamente alarmante. Pero más alarmante debería ser no entender, aquello que está propiciando la conducta del agresor. Y atenderlo.
La violencia subversiva social que hoy está de moda en los jóvenes radicales, y algunos fanáticos partidistas; la inocultable corrupción de las instituciones, en algunos casos de gobierno; el terror de la delincuencia hoy más que nunca generalizada; y el abuso en las relaciones interpersonales ocurridas en el seno de la colectividad, son factores incontrolablemente incidentes en la conducta de los estudiantes.
No es por nada que para el año 2012 México se encontraba en el primer lugar internacional en el número de casos de acoso escolar particularmente en el nivel secundaria, y más del 10% de estudiantes mexicanos habían confesado haber robado o amenazado a algún compañero. Durante ese mismo año, se registraron más de cinco mil muertes relacionadas con bullying. Las cifras son más que perturbadoras. Categorizar si hay mayor ocurrencia de casos en el sector privado o público resulta inútil. Es indistinto.
Mientras el bullying siga considerándose un problema estrictamente escolar, sin percatarnos de que posee una dimensión mucho mayor, los casos seguirán aumentando.
Para erradicarlo de forma definitiva de las aulas escolares se debe participar de manera conjunta. Mientras se siga fragmentando el remedio de éste problema social, dejando a la escuela como único responsable de su solución, sin hacerlo de una forma integral, estaremos vislumbrando sólo una perspectiva de lo que será la futura sociedad.
Es plausible que algunas familias y escuelas fortalezcan la comunicación con sus hijos y estudiantes; y más encomiable aún, que algunos gobiernos legislen y propongan iniciativas para combatir este fenómeno social. Coahuila ya cuenta con una ley de prevención, atención y solución al acoso escolar ¿Se vislumbra un decremento en los casos de bullying? ¿Es ésta la solución al problema? ¿Ya se está actuando conjuntamente por parte del gobierno, familia y escuelas? Las respuestas son ambiguas.
Veremos y diremos.
EDGAR EDUARDO GARCÍA HERNÁNDEZ
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