“Solo hay una manera de ser maestro: ser discípulo de sí mismo.”
Escuché ésta frase al debatir con un maestro respecto de la educación en las escuelas normales, y entonces reflexioné: ¿Un verdadero maestro se forma en las escuelas normales? ¿Es la enseñanza que se brinda en sus aulas la clave de la educación? ¿Cómo se encuentra la educación normal actualmente?
Es inevitable comparar aquellos tiempos en que las escuelas normales sí respondían a la demanda de una formación ideológica y educativa, con la enseñanza que hoy imparten basada en un caduco sistema curricular. Aquellos reconocidos pedagogos como Enrique Rébsamen, o destacados maestros como Lauro Aguirre cimentaron aquella profesionalización de los métodos de enseñanza, con la perspectiva de que la formación que allí se efectuara, fuera clave indispensable para una educación elemental y la formación de ciudadanos.
Desde el surgimiento de aquella primera escuela normal lancasteriana en 1825, la presencia de las escuelas normales tuvo un aumento vertiginoso en muchos lugares de México. El concepto “normal” se dignificó con las prácticas pedagógicas que vinieron efectuando en la formación de profesores altamente calificados. Hoy, su prestigio mengua cada vez más. ¿Cuál es la razón?
La sociedad les inculpa por la mala formación de algunos docentes. Los profesores egresados de allí culpabilizan al sistema. Incluso los que laboran en ellas responsabilizan la falta de resultados a los alumnos. Y por si fuera poco, los estudiantes normalistas inculpan a las escuelas por la falta de profesionalización docente. Mientras todos se echan la bolita, lo cierto es que algo se está haciendo mal.
Desde hace más de dos décadas, en 1984, todas las escuelas normales se convirtieron en instituciones de educación superior. Es decir, los profesores ya no lo serían más, ahora ostentarían el título de licenciados en educación. Desde 1996 se viene aplicando un programa de profesionalización con la finalidad de dotarles de habilidades tecnológicas y de investigación. Y desde 1997 se reformó su currícula educativa. ¿Entonces por qué se les critica?
La realidad es que, ciertamente se precisa de un renovado fortalecimiento en su sistema. Por lo menos las siguientes tres generaciones egresarán con una formación adecuada a la anterior currícula en la educación básica. Hablamos de un importante porcentaje de futuros docentes que desconoce los enfoques y componentes de la Reforma 2011. Si a esto le sumamos la falta de profesionalización de algunos docentes, la realidad es poco favorable. ¿Cuántos de los maestros que enseñan en las escuelas normales son realmente maestros? ¿De esos, cuántos realmente tienen un título de maestría o doctorado? ¿Y de los que sí lo son, cuántos tienen habilidades tecnológicas o de investigación?
No sería válido culpar a las escuelas normales del estado de la educación en México. Ciertamente un maestro se forja en la experiencia, no en las aulas. Pero si se quiere recuperar el prestigio que se tenía décadas atrás, se precisa identificar sus deficiencias y atender las urgencias.
Las escuelas formadoras de docentes necesitan docentes que estén preparados para formar a otros profesores. Si se quiere combatir el indiscriminado acceso de estudiantes que solo buscan una comodidad económica, es urgente fortalecer y consolidar sus perfiles de ingreso y egreso.
La cosa no es tan grave, ni mucho menos tan difícil. Éste año se implementó ya una reforma normalista que augura un panorama educativamente alentador. Los resultados habrá que esperarlos.
Veremos y diremos.
EDGAR EDUARDO GARCÍA HERNÁNDEZ
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