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Renovación urbana en la Ciudad de México: Crítica a sus críticos.
El pasado 21 de marzo se anunció una renovación del espacio urbano de la Ciudad de México. Con una inversión inicial de 6,500 millones de pesos , el proyecto contempla cinco «barrios temáticos» con el fin de propiciar acercamientos , fomentar la integración y contrarrestar la creación de zonas monofuncionales en lugares alejados de la ciudad. El aspecto «temático» proviene del enfoque que se le dará a cada zona, un aspecto del desarrollo: tecnología, salud, cultura, ecología y gobernabilidad. Cada barrio tendrá el suyo. Miguel Ángel Mancera enfatizó que no se recurrirá a la expropiación de terrenos.
El proyecto encontró detractores muy pronto. Su argumento, la nacionalidad de los arquitectos que trabajarán en él. «¿Qué hay de los urbanistas mexicanos? Seguro hay talento mexicano capaz de realizar proyectos de igual calidad» cuestionan. El proyecto de renovación urbana de la ciudad de México será desarrollado por el despacho Herzog & De Meuron, uno de los más reconocidos a nivel mundial y galardonado con el Pritzker en 2001. No es necesario ser parte del mundo de la arquitectura para conocer su trabajo: lo hemos visto por televisión en repetidas ocasiones. El «Nido de Pájaro», estadio emblemático de los Juegos Olímpicos Beijing 2008, es creación suya. El Allianz Arena, ese estadio luminoso en Munich conocido en todo el mundo por la Copa Mundial de Alemania 2006, también lo es.  Menos conocidos son los 7 proyectos que los arquitectos ya han desarrollado en México, aunque – hay que decirlo – ninguno ha sido completado.
Si bien se puede argumentar que el conocimiento profundo de la identidad cultural que posee el usuario final es una gran ventaja a la hora de proyectar un espacio público, salta a la vista la oposición selectiva a los proyectos de arquitectura pública a cargo de extranjeros. Hace dos años, Marcelo Ebrard presentó con bombo y platillo el proyecto Biometrópolis, a cargo de otro gigante de la arquitectura, Norman Foster.  Ese proyecto está detenido desde hace años pero dado que Ebrard en 2010 era visto por muchos como un alcalde incluso de izquierda, dada su cercanía con Andrés Manuel López Obrador, nadie cuestionó en su momento el hecho de que Biometrópolis sería construido en un tesoro geológico. El premio Pritzker de este año, Toyo Ito, diseñará un museo en Puebla. Nadie siquiera reparó en el hecho.
La arquitectura urbana tiene ideología, pero es primero que todo humana. Los soviéticos plasmaron el triunfo de la revolución bolchevique en la Torre Shabolokva, considerada por la UNESCO como patrimonio en peligro. Napoleón tiene su Arco del Triunfo. Porfirio Díaz, su Teatro de Bellas Artes. Su creador, Adamo Boari, hizo escuela en México y gracias a ello existieron arquitectos como Antonio Rivas Mercado, Manuel Ortiz Monasterio, Bernardo Calderón, Ignacio Marquina y Federico Mariscal.
El tema de la gran obra pública puede volverse muy espinoso. Para muestra, basta el segundo aeropuerto del DF. Ojalá que quienes cuestionan la decisión de contratar arquitectos de renombre internacional para generar proyectos en México lo hacen por un sano afán de fomentar el talento nacional – que lo hay – para este tipo de obra, y no por ofrecer producto periodístico amarillista al público que cuestiona otras acciones del actual Jefe de Gobierno de la Ciudad de México.
¿La nacionalidad de Jacques Herzog y Pierre De Meuron? Suizos. Pero eso es irrelevante.
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Francisco Robles







