In memoriam, Hugo Rafael Chávez Frías (1954-2013)
 
Hugo Chávez, Presidente de Venezuela, falleció el pasado 5 de febrero, víctima de un prolongado cáncer. Llámesele revolucionario del siglo XXI o dictador populista, pocas figuras en el espectro noticioso resultan tan provocadoras como la suya. Su lengua filosa y florida fue la nota en innumerables ocasiones, arrebatando el protagonismo mediático no sólo a sus rivales, sino también a sus acciones. 
 
Hombre complicado, misterioso aunque muy público, Hugo Chávez es bien conocido en México. Ganó notoriedad televisiva en el país en noviembre del 2005, cuando llamó al entonces Presidente, Vicente Fox, cachorro del imperio.  Desde ese momento, Hugo Chávez se convertiría en un símbolo malévolo de la oposición intransigente; esa que, desde la perspectiva del discurso hegemónico, se opone a todo lo que huela a lo que el dominio llama progreso o modernización. La prensa encargada de difundir este discurso utilizó todo su capital intelectual para lapidar mediáticamente a Chávez. Lo llamaron golpista, dictador y sobre todo, populista.
 
¿Qué es el populismo? La prensa oficial y sus pregoneros nos hicieron creer que populismo es un cáncer devastador, engendro del peor de los infiernos. Que todos debemos estar unidos para evitar a toda costa el auge de ese terrible mal. En suma, el populismo es el masiosare encarnado, un peligro para México. ¿Y qué cosa hacía Hugo Chávez que era tan populista? Esta palabra tan vaga como omnipresente en los argumentos de sus críticos parece referirse al uso de la renta petrolera para paliar la terrible desigualdad imperante en Venezuela a su llegada.
 
La reputación que los medios dieron a Chávez hicieron que una gran parte de la población desarrollara sentimientos de franco odio hacia su persona y todo lo que representa. Un odio muy poderoso, capaz de hacer temblar a la oposición mexicana con la sola idea de verse asociado con Hugo Chávez, el populista. Incluso un hombre como Andrés Manuel López Obrador, víctima de la misma satanización televisiva, nunca perdió oportunidad para deslindarse de él, tanto en el momento del incidente con Fox como en la misma muerte del Comandante. Y es ahí donde estriba la diferencia entre Chávez y Obrador. Mientras el tabasqueño recula ante los ataques, el venezolano fue para adelante; combatió a poderosos emporios mediáticos no sólo críticos de su persona, sino abiertamente golpistas. Vendió su imagen y el mundo la compró.
 
Sin embargo, la impunidad que otorga la cercanía al poder no perdona jamás el ver las barbas de sus vecinos cortar. Lejos de remojar las suyas, Los imperios informativos siguieron adelante en su campaña satanizadora. Su muerte fue anunciada más de una vez por distintos medios, que incluso circularon fotos falsas de Chávez hospitalizado y entubado. Estas fotos fueron prontamente desmentidas por el Gobierno venezolano, desenmascarando la total falta de imparcialidad en la línea editorial de medios como el diario español El País. La imagen pública del Presidente Chávez se volvió negativa hasta el punto del odio hacia él y su gobierno en una gran parte de la opinión pública. Ese desprecio que presumiblemente los distinguidos analistas políticos antipopulistas (¿Elitistas?) que una y otra vez corean diatribas en su contra comparten.
 
Falso. Los medios no odian a Hugo Chávez. ¿Cómo podrían, si les da de comer?
 
El antichavismo fue y sigue siendo una industria rentable no sólo para las petroleras y los capitales globales, sino también para los medios. El odio no sólo tumba candidatos presidenciales en México, también vende periódicos y publicidad en noticieros, genera tráfico a páginas web y resulta una fuente permanentemente de contenido. Hugo Chávez creó no sólo un viento de esperanza para toda América Latina, sino también una industria a su alrededor. Estimuló la economía capitalista más rancia con su socialismo del siglo XXI y su Aló Presidente.
 
Demasiado contestatario para el capital, pero demasiado revisionista para el marxismo más dogmático, Chávez se situaba en un medio muy justo, en el cual redujo los índices de pobreza del 46% al 29% en su Venezuela querida. No sólo ahí, sino también en los bolsillos de sus linchadores en todo el mundo.










Paco Robles