Poco más de una semana
atrás, impartiendo clase con mis alumnos recordamos la conmemoración del
natalicio de José Vasconcelos, abogado, político y educador, cuyas acciones
como secretario a favor de la cultura y la educación le valieron el
calificativo de ‘apóstol’ en éste importante ámbito. Recordé entonces, a otros
personajes que destacaron por sus aportaciones al sector educativo y cómo no acordarse
de Jaime Torres Bodet, quien divisó una alentadora perspectiva para la educación:
el libro de texto.
Luego, un pensamiento
marcado de cierta objetividad se apoderó de mí; y es que en el devenir del
tiempo, sexenio tras sexenio, los grandes avances dejaron de evidenciarse, el
tema docente se convirtió en un tabú de las políticas educativas, las reformas
en la educación básica incrementaron vertiginosamente sus transformaciones,
relegando, por otra parte, los cambios en la formación docente.
Hoy, los partidos políticos,
legisladores, y el gobierno de la República ponen en marcha la llamada ‘Reforma
Educativa’, considerada como el ‘gran paso para mover a México’, como la
fórmula mágica para tener mejor educación pública y mejores mexicanos; una
perspectiva – a mi juicio sobredimensionada- que agilizó de forma inesperada a
todos los actores políticos. Con radicales acciones, la actual reforma
educativa golpeó en el centro de las estructuras sindicalistas del Estado, maniobras
que a mediano plazo tendrán efectos perceptibles con enormes consecuencias, lo
interesante será ver en qué entorno se evidencian más: en el político, social o
cultural para el país.
Ahora bien, es importante
definir que la estipulación del término ‘educación de calidad’ (finalidad de la
reforma educativa) requiere mucho más que unas cuantas acciones de impacto
social y periodístico. Existe una terrible equivocación al pensar que las
políticas de gestión, de cobertura, de administración o de mantenimiento son
sinónimo de calidad. Habrá que tomar en cuenta el escenario principal: las
acciones pedagógicas y didácticas que inciden directamente en la formación de
los estudiantes.
Lo que quiero decir es que resulta
erróneo pensar que toda acción que se emprende en el sector educativo, tiene
como efecto consecuente un aumento en la calidad de éste. El nivel de
conocimientos y habilidades de nuestros estudiantes, así como el desarrollo de
sus competencias son fundamentalmente producto de lo que sucede en el aula. Por
tanto la importancia del maestro.
La reforma educativa más que
una inminente perspectiva o una utopía irrealizable, es una realidad tangible.
Tocará al tiempo juzgar los beneficios o perjuicios que consigo traiga a éste
sector. Lo que es un hecho es que la educación debe avanzar; de la mano de los
docentes y con el “impulso” que el gobierno necesita realizar, se precisa, como
dice el experto internacional Andreas Schleicher “dejar de utilizar a los
sindicatos magisteriales como una excusa para justificar las deficiencias
educativas”. Y más bien, distinguir las políticas de la educación, de las
laborales.
El sistema necesita de
docentes preparados, profesionalizados a los nuevos enfoques, motivados y
estimulados para fungir adecuadamente su papel: formar futuros ciudadanos
competitivos, críticos, y aptos para enfrentar los desafíos venideros.
Veremos y diremos.
TWITTER: @EdgarGarciaHz