Al parecer, nuestros vecinos del Norte empiezan a entrar en razón, y la cordura gana terreno día con día: Trump pierde intención de voto. Aunque las encuestas no han resultado últimamente ser un estimador confiable de un resultado electoral, sí podemos asignarles cierta credibilidad en la determinación de tendencias. 
Sin embargo, todo puede pasar. Las sorpresas electorales son un signo inequívoco de los nuevos tiempos políticos. Así es que el triunfo de Trump, aunque cada vez más improbable, no deja de ser posible. Si este fuera el caso, he escuchado a muchos ciudadanos norteamericanos, unos en broma y otros en serio, plantear su intención de abandonar su patria. 
Los millones de indocumentados, en su mayoría mexicanos, constituyen el blanco predilecto: son a quienes Trump dirigiría su furia en primera instancia. Desde los que cruzaron el río Bravo nadando o atravesaron el desierto de Arizona bajo un sol abrasador, hasta quienes se fueron becados y allá siguen, son bienvenidos de vuelta en casa. Requerimos sus manos y sus cerebros, necesitamos de mexicanos con esa voluntad y determinación en un país diferente al que debieron abandonar hace algunos años.
También sean bienvenidos todos aquellos ciudadanos estadounidenses con apellido español, rostro musulmán o color oscuro de piel, centro de discriminación, persecución e intolerancia en los regímenes fascistas. Bienvenidos los empresarios norteamericanos que han invertido en otros países o que hayan contratado inmigrantes; las amenazas de hostigamiento en su contra son creíbles.
¿Por qué venir a México? Por muchas razones. La cercanía y la infraestructura carretera ofrecen las facilidades necesarias para los traslados terrestres. Las oportunidades económicas y de negocio son enormes. La mano de obra es cada vez mejor calificada y sigue siendo barata en términos relativos. Con el tipo de cambio actual es una ganga consumir e invertir en nuestro país. La Inversión Extranjera Directa crece año con año a tasas de dos dígitos. La nación con la mayor cantidad de acuerdos comerciales formales es la nuestra, lo que nos convierte en centro estratégico para la exportación. 
Nuestra gente es buena y cálida. La solidez de nuestros valores hace de nuestro país uno de los mejores lugares para crecer una familia. El clima es inmejorable, más templado y benigno que en la mayoría de las regiones de la Unión Americana. Tenemos las mejores playas del mundo y nuestra riqueza culinaria es reconocida allende fronteras. 
La calidad de vida en muchas de nuestras ciudades es alta, y aunque sigue siendo un tema en la agenda, la inseguridad ha cedido terreno y vuelto a niveles manejables. Las reformas estructurales traerán como resultado una mejora en la calidad educativa y mejores condiciones de competitividad para nuestras empresas.
Triste y decepcionante postura de Trump, pues seguramente ignora que ante los retos globales un destino común nos une: la geografía, la historia y los valores.
El aislacionismo siempre ha sido la ruina de las naciones. Esperemos las encuestas no se equivoquen.